jueves, 21 de enero de 2010

EL ROMÁNICO



Se llama estilo románico en arquitectura al resultado de la combinación razonada y armónica de elementos constructivos y ornamentales de procedencia latina, oriental (bizantinos, sirios, persas y árabes) y septentrional (celtas, germánicos, normandos) que se formó en la Europa cristiana durante los primeros siglos de la baja Edad Media.

  • ¿Donde surge?
Recibe el nombre de románica por coincidir su floración con la aparición de las lenguas románicas o romances. Otras fuentes afirman que fue en el siglo XIX cuando el arqueólogo Charles de Gerville dio este nombre a la arquitectura cristiana occidental de los siglos V al X, por alusión a la arquitectura romana, en la que se suponía que se había inspirado.

  • ¿Cual es su evolución?
La época en que se considera que se desarrolla el estilo románico comprende los siglos XI y XII, sin exclusión de otros siglos anteriores y posteriores, pues aunque algunos edificios del siglo X tal vez ya puedan calificarse de románicos, se erigieron otros verdaderamente tales en diversas zonas (especialmente, en Asturias y Galicia) durante la época gótica hasta casi alcanzar el Renacimiento.

La división más común que puede mantenerse del estilo Románico es entre el Románico sencillo y el Románico de transición dando a este segundo grupo un valor secundario y considerándolo como una variante del primero, con tal de incluir en él los edificios de aspecto románico que ostenten algunos arcos ojivales o apuntados sin cubrirse con bóvedas de crucería. Este segundo grupo empieza en el siglo XI pero no se hace común hasta mediados del mismo siglo e incluso entonces coexiste con el primero.

Cabe también distinguir por otro concepto el estilo Románico en dos variantes, con los nombres de sencillo y florido, pues se observa que en la primera época del estilo, hasta ya entrado el siglo XII, se presentan los edificios con relativa sencillez en los adornos de puertas y ventanas y con cierto aspecto de pesadez y tosquedad, que van perdiendo a medida que avanza dicho siglo; mas no puede establecerse esto como una norma constante, por obedecer a muy diferentes causas: regionales o locales, la perfección y elegancia propia de cada construcción, o por corresponder su filiación a distinta escuela artística. No obstante, la división entre Románico sencillo y Románico florido servirá en multitud de casos para determinar la cronología de los edificios de este tipo en una misma región o localidad que haya de estudiarse; y desde luego se pueden atribuir en España al segundo grupo (correspondiente a mediados del siglo XII hasta bien entrado el siguiente) los edificios románicos que ostenten exuberancia ornamental o gran finura de ejecución de los detalles.

  • Arquitectura Románica

Entre los elementos arquitectónicos que destacan en el estilo Románico los más característicos del mismo son:
• El pilar compuesto y de núcleo prismático.
• El arco de medio punto.
• La cubierta de bóveda de medio cañón y de arista.
• La cúpula poligonal sobre trompas.
• Los ábsides semicirculares en planta de cruz latina en las iglesias.

A continuación otros de los ele0mentos arquitectónicos propios el estilo:

• Contrafuertes muy desarrollados
Arcos doblados y arquivoltas
Capiteles decorados
Impostas, frisos decorativos
Escultura monumental aplicada a la arquitectura


  • La Planta

Las plantas de las iglesias fueron muy variadas y es imposible hacer una relación de todas ellas. Citaré las más importantes:

Plantas de salón o basilicales

Esta planta está relacionada con antiguos edificios públicos romanos y sobre todo, por las primeras iglesias paleocristianas y prerrománicas Se trata de iglesias longitudinales con 1, 3 ó 5 naves paralelas (espacio entre filas de arcadas) sin transepto y normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.

Plantas de cruz latina

A la disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta (transepto) con lo que el resultado era de cruz latina. Ello simbolizaba la cruz de Cristo. Estas iglesias podían estar también rematadas en cabeceras con ábsides escalonados. Sin embargo, en iglesias de peregrinación y otros grandes templos las naves terminaban en una cabecera compleja formada por capilla mayor rodeada de una girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaba y a la que se abrían capillas radiales. Un ejemplo español es la Catedral de Ávila.


Plantas circulares o poligonales

Las iglesias de plantas circulares o poligonales son menos frecuentes. Normalmente son templos al servicio de comunidades de órdenes militares participantes en la Cruzadas, como los templarios o los caballeros del Santo Sepulcro, por parecerse al templo de Salomón y al del Santo Sepulcro de Jerusalén, respectivamente.

Planta de cruz griega

Otra planta ocasional es la de cruz griega, es decir, formada por dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro. Un ejemplo en España es la de Sant Pau del Camp en Barcelona.



  • La Bóveda de cañón
La bóveda de cañón o bóveda de medio cañón es la bóveda de sección semicircular, generada por la prolongación de un arco de medio punto a lo largo de un eje longitudinal. Sus paramentos presentan la forma de media superficie cilíndrica.

Como todas las estructuras basadas en el arco, el empuje se dirige hacia los muros que la sostienen, que deben soportar una gran presión, no sólo vertical, sino también lateral. Para contrarrestarla, se utilizan varios procedimientos. La primera solución consiste en aumentar el grosor y el peso de los muros: para ello, la bóveda de cañón se construye generalmente con arcos de refuerzo, denominados arcos fajones o torales, apoyados generalmente en pilares
o pilastras, y reforzados al exterior con contrafuertes. Otra posibilidad es construir dos o más bóvedas de cañón en paralelo, de modo que se contrarresten sus respectivos empujes: a menudo se utilizó este método para la construcción de iglesias de varias naves; no obstante, los muros exteriores requieren igualmente de refuerzos. El tercer método para soportar la presión de la bóveda consiste en interseccionar, en ángulo recto, dos bóvedas de cañón, creando una bóveda de arista.

Aunque fue utilizada por los antiguos Egipcios y en Mesopotamia, conformadas con adobe, solo se construyó en piedra, de forma sistemática, a partir del Imperio romano. En el Románico fue el principal sistema para conformar cubiertas, reforzadas con arcos fajones. Fue empleada en monasterios, castillos, torres y otras estructuras. También se utilizó para abovedar sótanos, criptas, vestíbulos, claustros e incluso grandes salas.

Por extensión, todas las bóvedas generadas por un arco directriz, sea rebajado, carpanel, ojival, etc. se denominan, impropiamente, bóvedas de cañón corrido.


La solución a la presiónEl Arte Románico tiene unos componentes estéticos fijos, codificados desde su creación, independientemente de los valores arquitectónicos.
En esas circunstancias del conocimiento del mundo antiguo, sobre todo del romano, donde podemos concretar su dependencia e imitación de los espacios abovedados, como una necesidad de la arquitectura interior que se plantea después de levantar los muros y darles cubrición. Ocurre que el Arte Románico utilizó con profusión y éxito bóvedas de determinadas características, lo que hizo pensar que fueron un invento del propio arte medieval.

Las bóvedas gravitan sobre la alineación de los muros. Completan la estructura descargando su fuerza en los laterales por medio de contrafuertes, columnas y pilares internos. El arquitecto debe prevenir las cargas, y repartirlas convenientemente piedra por piedra. Calcular. La presión y el peso que han de sobrellevar los muros a causa del peso de las bóvedas, aparte de mantener convenientemente la rigidez de los mismos en su elevación vertical. Es la bóveda la culminación de la obra, la funcionalidad del remate final de todo el entramado, como lo hace la coronación exterior de la cúpula con bola de cruz y veleta.

La resolución práctica de los esfuerzos mecánicos de la bóveda estuvo fundada en la trasmisión oral de los datos recibidos a lo largo de los años y de los siglos, además de poner a punto la observación y la experiencia personal del maestro de obras. El oficio debía adquirirse en una buena organización de la memoria, del autodidactismo y las ganas de emular, para resolver sin problemas las formas de ser de las construcciones.

La preferencia por la bóveda de piedra a la de madera eliminaba los riesgos de incendios, mejoraba la resonancia de los cantos, y el orden estético si se pintaba. Pero planteaba enormes problemas en la dinámica del edificio, porque era necesario sujetar las tensiones de su peso y saber conducirlos desde las alturas hasta los cimientos. No todos los que las construían tenían el mismo grado de aprendizaje y conocimiento, por lo que muchas obras se convirtieron en ruinas, ya en los mismos momentos de la construcción o con el paso de los años, cuando después de algún tiempo la estructura no logró el asentamiento y la solidez precisa.

La bóveda más común era la de cañón, que suponía su articulación en forma de arco de medio punto alargado. Para superficies absidales se utilizaba la de un cuarto de esfera, también llamada de cascarón. Ya se conocía entonces la de arista, que consistía en la conjunción de dos bóvedas de cañón que dejaban en arista vista sus intersecciones. Cuando llegaron los cambios en la época tardía del Arte Románico se construyeron bóvedas de cañón apuntadas, y las de aristas del Románico Pleno se cubrieron con nervios, dando lugar a las primeras bóvedas nervadas. También las de un cuarto de esfera de los ábsides y capillas absidales tuvieron forma apuntada, con o sin nervios cruceros. Todo aún dentro del Arte Románico.
Todas, menos las apuntadas, eran manejadas ya por el Primer Arte Románico, de extensión limitado a Cataluña y parte de Aragón y Navarra. El siglo XI aceptó e hizo girar las fórmulas referidas hasta llevarlas a la cotidianidad de la perfección sabiendo atar sus diferentes tensiones, que debían perderse en la masa de los soportes exteriores e interiores. El final del siglo XII y el principio del siglo XIII supuso un cambio y un acercamiento a soluciones después utilizadas por el del Arte Gótico.

La tensión provocada por el peso solía contrarrestarse con arcos de refuerzo situados bajo ellas que recibían el nombre de fajones, cuya misión era el sostén teórico de la presión de la bóveda, pero también podían sucumbir, porque ésta tiende a abrir el arco y provocar grietas de desvinculación entre las dovelas, y ceder en la unión de sus juntas como paso previo al hundimiento.

Los contrafuertes exteriores eran la lógica del contrarresto a las presiones diagonales que se ejercía sobre el muro, porque el impacto de la bóveda nunca se concentra exactamente sobre el plano vertical, sino sobre el horizontal y diagonal, en cierta curva. Eran esos contrarrestos de más o menos espesor, piramidales, doblados, etc., según el conocimiento y las necesidades de la obra. Pero no eran el único método de contrapeso, porque las naves laterales con sus bóvedas de arista, un cuarto de esfera o de cañón, colaboraban también en la recogida de las tensiones de la bóveda central.
El sistema llegó a la perfección cuando se instalaron tribunas sobre las bóvedas de las naves laterales, porque hacían que el descenso de las tensiones superiores fuera disminuyendo según iba siendo absorbido: primero en las bóvedas y paramento de la tribuna, además de que el piso de la tribuna actuaba como puntal que ataba las dos superficies verticales del muro y los pilares. Después pasaba la tensión a las bóvedas y el paramento de las naves menores para finalmente acabar en los contrafuertes y responsiones interiores de las naves laterales; lo que cerraba definitivamente el circuito de traslado de las presiones de la gran bóveda central hasta los cimientos.

El genio románico siempre estuvo dispuesto a hacer de la necesidad virtud. Por ello trató de suplir el modelo cuántico con el conocimiento empírico de los hechos, aunque no hay que ser tan ingenuos como para no reconocer una cierta experiencia de cálculo en el desarrollo de las bóvedas.
Quizás lo que hoy nos sorprende más al contemplar esas bóvedas sea la solidez y altura que alcanzaron algunas de ellas, tendiendo a no dar importancia a su amplitud porque se asemejen a las de los edificios modernos que conocemos. La puesta en valor del conocimiento antiguo se remedia rápidamente si comprendemos que de unas a otras han pasado 1000 años, y que todavía siguen en pie.


  • El muro Románico
El Arte Románico tiene unos componentes estéticos fijos, codificados desde su creación, independientemente de los valores arquitectónicos.
En los muros es donde comienzan y acaban las fuerzas mecánicas del edificio. Resultan sólidos, rotundos y compactos, donde las tensiones que están por encima de él se reflejarán en forma de gruesos contrafuertes que resistan las presiones de las bóvedas, evitando la fractura del mismo y la ruina de la iglesia.

Con un espesor que oscila entre sesenta centímetros y un metro estaban constituidos por dos paramentos de piedra acogiendo mortero en medio para reforzar su dureza. De sillares generalmente bien escuadrados en el Segundo Arte Románico, no lo había sido en la etapa anterior en la que la piedra mediana o sillarejo se había adueñado del paramento.

En ese primer momento del románico el muro apenas ofrecía decoración, como no fueran los arquillos ciegos y las bandas lombardas, careciendo casi totalmente de vanos.


No sería así en el Segundo Arte Románico, donde la realidad del momento ofrece gran cantidad de huecos que iluminan la nave. Serán esas ventanas uno de los efectos plásticos más sobresalientes del paramento, pues son capaces de dinamizar convenientemente lo que sólo era una estructura mecánica funcional. Proporcionan ahora atractivo visual a la vez que introducen luz al interior. Por otra parte, es capaz de recibir la escultura monumental que habitará los capiteles, además de resultar atractiva la traza de sus arcos con diferente molduración.

Claro está que no debemos extender toda esta referencia muraria a las obras de menor presupuesto y menos porte Románico, que son casi todas las rurales, pero sí señalar que cuando nos referimos al Arte Románico está en la cabeza de quien lo interpreta el valor de los mejores edificios, aquellos que representan las mayores cualidades.

Es error humano comprensible el pensar de ese modo, porque los estímulos hacia la belleza proceden de sus mejores representaciones. Cuando uno ha superado ese nivel de lo excelso es cuando empiezan a tener valor y consideración las obras menores, como sucede en el ámbito biológico de las familias con la diferente valoración de los hermanos mayores y menores.

El muro de las grandes iglesias es más complicado que el de las pequeñas, porque su altura requiere una mayor formación del maestro, por exigir unos contrarrestos mayores con la presencia de enormes contrafuertes y la dificultad de disimularlos en las dimensiones de la pared. En ello basará el éxito de su construcción, en que sea bello y resistente dentro de la plástica general.

Las obras menores tendrán menos dificultades para elevar sus muros porque las cargas también son menores, dado que muchas veces ni necesitan contrafuertes por la poca altura que alcanzan y porque la techumbre interior es de madera y no de piedra, lo que evita reforzar la parte exterior. Pero también es cierto que debido a su menor superficie tienen menos lugar para decorar con ventanas molduradas, capiteles, columnas y basas, lo que hace menos vistoso el paramento.

De la buena articulación del muro dependerá en gran medida la belleza de la obra pues es necesario recordar la importancia de la fachada principal, así como la de la cabecera, pero también de los muros norte y sur.
El muro rectilíneo es la mayor área lineal construida de la iglesia. Por ello, y por ser el elemento de mayor visibilidad, era necesario concebirlo de la mejor manera posible. De lo contrario, ofrecería el efecto de cajón y no de volumen articulador de todo el conjunto, donde las superficies de sus paños y contrafuertes estaban disminuidas por la decoración horizontal de las ventanas, las puertas y las líneas de tacos, junto con la fila de canecillos del alero del tejado.



Algunas veces podemos contemplar el muro en toda su extensión, pero no podemos omitir la belleza de sus remates, como sucede en la iglesia palentina de San Martín de Frómista. Es precisamente en esa perspectiva general en la que cobra todavía más importancia su linealidad al rivalizar con la belleza sin par de la cabecera, con el equilibrio de las torres de la fachada principal y con un magnífico paño del crucero, gobernado en altura por un esbelto cimborrio.


Notamos entonces el éxito o el fracaso de su articulación en el conjunto rectilíneo que se nos ofrece, siendo el de esta iglesia un ejemplo de incardinación perfecta de un bello muro románico dentro de una perfecta estructura románica, aunque para algunos carezca de valor debido a las restauraciones sufridas, que a nosotros no nos parecen tan graves, si pensamos que podemos contemplar hoy en mejores condiciones muchas iglesias románicas, que por causa de su deterioro o de la desidia del hombre o por los desmanes revolucionarios o de renovaciones de estética se habían perdido.

  • Contrafuertes
Los contrafuertes son los soportes característicos de un edificio románico son el pilar compuesto y el estribo o contrafuerte adherido exteriormente al muro. Los contrafuertes tienen por objeto reforzar los muros y servir a la vez de estribo o contrarresto a los arcos y bóvedas (servicio que también prestan los pilares compuestos): son visibles al exterior, lisos y de forma prismática. Pero cuando se adhieren a los ábsides aparecen frecuentemente a modo de columnas que sostienen el alero. Los muros están formados de sillarejo o de sillares desiguales con poca regularidad en las hiladas.





  • El arco de medio punto
El arco de medio punto, en arquitectura, es el arco que tiene la forma de un semicírculo. Es el elemento principal de la arquitectura abovedada. Antiguamente solía estar conformado por dovelas de adobe, ladrillo o piedra.
Comenzó a emplearse en Mesopotamia (Arquitectura caldea) en el tercer milenio a. C. Su uso pasó a la Arquitectura etrusca, y de ésta a la Arquitectura romana, que lo difundió por las regiones del Mediterráneo. Es característico del arte romano y de todos estilos que derivaron de él, como la Arquitectura románica, la Arquitectura renacentista y la Arquitectura barroca


  • Puertas
Las puertas se hallan formadas por una serie de arcos redondos concéntricos y en degradación apoyados en sendas columnillas de suerte que todo el conjunto forma una especie de arco abocinado y moldurado contribuyendo al mayor efecto visual el mismo grosor del muro que suele formar allí un cuerpo saliente. Algunas portadas carecen de dintel y de tímpano pero por lo general se hallan provistas de uno y otro y entonces se esculpen sobre el último relieves simbólicos o iconísticos y a los lados de la portada o en las jambas y aun en el mismo arco abocinado se disponen variadas series de labores ornamentales en relieve, flanqueándose, a veces, con estatuas el ingreso en las iglesias más suntuosas.





  • Ventanas
Las ventanas se abren casi siempre en la fachada y en el ábside y algunas veces en los muros laterales. Son bastante más altas que anchas y terminan por arriba en arco doble, generalmente plano o de arista viva apoyado sobre columnitas como las de la portada y cuando estos arcos se rodean de molduras finas o baquetones o bien las ventanas han dejado la primitiva estrechez, pertenecen a la segunda época del estilo. Hay también ajimeces, óculos y pequeños rosetones, correspondiendo estos últimos al último periodo.
Se cierran las ventanas con vidrieras incoloras o de color en algunas iglesias suntuosas o con láminas traslúcidas de alabastro o yeso cristalino o con simples celosías de piedra perforada y en las iglesias pobres con simples telas blancas enceradas o impregnada con trementina. De aquí que hayan de ser poco extensas las ventanas de esta época (lo mismo que en la precedente) hasta que se fue ensayando y generalizando el uso de grandes vidrieras.


  • Edificios románicos en Italia
En Italia, la herencia clásica y paleocristiana dejó sentir profundamente. Como aportación original, surgió allí el estilo lombardo, un arte prerrománico que se extendería después por otras regiones como Cataluña o Provenza. Los edificios románicos italianos se distinguen por su suntuosidad y decorativismo, a la vez que por su claridad estructural. Algunos de los más destacados son:


• La catedra de Parma

La catedral de Parma (Duomo) es una iglesia catedral en Parma, Emilia-Romaña (Italia). Es una importante catedral de estilo románico, y el fresco del artista il Correggio es una de las obras maestras al fresco de la época renacentista.
La construcción se comenzó en 1059 por el obispo Cadalo, más tarde antipapa con el nombre de Honorio II, y fue consagrada por Pascual II en 1116. Probablemente hubo allí una basílica en el siglo XVI, pero más tarde quedó abandonada; se consagró otra iglesia en la parte posterior de la anterior en el siglo IX por el conde-obispo Guibodo. La nueva iglesia resultó muy dañada por el terremoto de 1117 y tuvo que ser restaurada. Del edificio original quedan restos en el presbiterio, el transepto, el coro y los ábsides, y algunos fragmentos escultóricos. La amplia fachada fue acabada en 1178: tiene tres plantas y tres portales, cuyas puertas fueron esculpidas por Luchino Bianchino en 1494. Entre la puerta central y la derecha está la tumba del matemático Biagio Pelacani, que murió en 1416.
El campanario gótico se añadió más tarde, en 1284-1294: se previó otra construcción idéntica en el lado izquierdo, pero nunca se comenzó.


• La basílica de san Ambrosio de Milán

Edificada entre el año 379 y el 386 por querer del obispo de Milán, Ambrosio, fue construida en una zona en la que se había sepultado anteriormente a cristianos martirizados durante las persecuciones romanas. Por este motivo fue dedicada a los mártires y se la llamaba Basilica Martyrum: el mismo Ambroio quería poner en ella todas las reliquias de los mártires Sátiro y Víctor de Calcedonia, Nabor, Vital, Féliz, Valeria, Gervasio y Protasio. Cuando el mismo obispo Ambrosio fue sepultado en la basílica le fue cambiado el nombre.
En el siglo IX, sufrió importantes reestructuraciones queridas por el obispo Angiberto II (824-860), quien hizo añadir el ábside, precedida por una bóveda de cañón, bajo el cual se desarrollaban las celebraciones litúrgicas.
Durante el mismo período, el ábside fue decorado con un gran mosaico, el Redentor en el trono entre los mártires Protasio y Gervasio, con los arcángeles Miguel y Gabriel, unido a dos episodios de la vida de san Ambrosio.
En el ciborio de época arte paleocristiano, se añadieron cuatro tímpanos, decorados con estucos del siglo X. Bajo el ciborio se colocó el altar de San Ambrosio, obra maestra de la orfebrería carolingia, en oro, plata, dorad, piedras preciosas y esmaltes.
La basílica llegó a su aspecto definitivo entre 1088 y 1099, cuando por iniciativa del obispo Anselmo, se reconstruyó según los esquemas de la arquitectura románica. Se mantuvieron las tres naves (sin transepto) y tres ábsides correspondientes, además de un cuadripórtico.
El tiburio fue añadido hacia fines del siglo XII pero se derrumbó bien pronto (1196): entonces fue reconstruido con su particular disposición externa caracterizada por galerías con arcos en dos niveles sobrepuestos.



• La basílica de san Zenón de Verona

San Zenón de Verona data del siglo XII, tiene de planta basilical y su estilo es románico-lombardo. Constituye una de las mejores iglesias románicas del norte de Italia. En el exterior destaca la ornamentación de la fachada, a base de bandas lombardas y arquerías y la alternancia de ladrillo y piedra en la parte inferior de los laterales y de la torre del campanario de 72 metros de alto, que es mencionado por Dante en el texto de la Divina Comedia. Destacan las magníficas puertas del pórtico, construidas en bronce con escenas bíblicas. En el interior destaca su sobriedad y la altura de la nave, cubierta con bóveda cañón. Las paredes se encuentran cubiertas con frescos pintados entre el siglo XII y XIV, destaca El tríptico del altar mayor, obra de Mantegna. A la izquierda de la iglesia hay un pequeño claustro románico.


• La basílica de san Miguel de Pavía

Durante el periodo lombardo se construyó una primitiva iglesia dedicada a San Miguel Arcángel en el lugar donde se encontraba la capilla del palacio real. La iglesia quedó destruida en un incendio en el 1004. La construcción actual se inició a finales del siglo XI (época a la que corresponden la cripta, el coro y el transepto) y fue completada en el 1115. La bóveda de la nave central fue reconstruida en 1489 por Agostino Da Candia.
La basílica de San Miguel está considerada como el prototipo de numerosas iglesias medievales que se levantaron en Pavía, las más famosa de las cuales son las de San Pietro in Ciel d'Oro (San Pedro en el cielo dorado) y la de San Teodoro. San Miguel, sin embargo, se distingue de las otras iglesias por el uso extensivo, tanto en la estructura como en la decoración, de piedra de arenisca en lugar de barro cocido.
También se diferencia en la particular conformación arquitectónica, con planta de cruz latina y con un transepto excepcionalmente desarrollado, muy ancho en relación con la planta a diferencia, por ejemplo, del de San Pietro en la que el transepto no sobresale de la planta rectangular. Este transepto está dotado de su propia fachada en el lado septentrional, de ábside en el lado opuesto y de bóveda de cañón, diferente de la bóveda de crucería del resto de la iglesia. Por todo ello, constituye casi un cuerpo autónomo, una segunda iglesia compenetrada con la principal: una idea inédita en esa época.

Las dimensiones de la basílica, 55 metros de largo y 38 de ancho en el transepto, demuestran también la importancia de este elemento en la estructura del templo. En el cruce entre la nave y el transepto se alza la cúpula octogonal (asimétrica), sobre penachos de tipo lombardo. La fachada está decorada con un amplio repertorio de esculturas de arenisca, de temas sacros y profanos, que se encuentran deteriorados por la contaminación atmosférica a pesar de los diversos programas de conservación que se han llevado a cabo. En esta basílica se realizaron numerosas ceremonias importantes; una de ellas fue la coronación de Federico I Barbarroja en 1155.

• Las catedrales de Trento y Módena


Trento
La Catedral de Trento o el Duomo di San Vigilio es el edificio religioso más importante de esta ciudad de la región italiana de Trentino-Alto Adigio. Esta catedral fue construida sobre un templo que allí existía en el siglo sexto que estaba devoto a San Vigilio, santo patrón de esta ciudad.

El Duomo es una de las iglesias más hermosas en toda Italia y en efecto la Piazza del Duomo está entre las mejores del país, llevándose una gran parte del mérito esta pieza maestra de Adamo d’Arogno, que fue construida en el siglo 13.
En la entrada de atrás de la Catedral se encuentra un pequeño cuadro dedicado a su arquitecto. Esta iglesia fue construida principalmente en el estilo romanesco, pero tiene algunas influencias góticas en su fachada, que es un inmenso portal que fue completado en el siglo 14 con una luneta que vale la pena contemplar.

Su interior tiene una nave principal y dos laterales con un transepto que tiene algunos frescos del siglo catorce y que retratan la leyenda San Julián y la estatua de piedra de Madonna degli Annegati. La bóveda del transepto derecho tiene las reliquias de los mártires locales Marturius, Sisinius y Alexander.

En Trento también se recomienda visitar el Castello del Buonconsiglio que es una de sus atracciones principales al ser uno de los más grandes en Italia y tiene varios estilos diferentes, además la parte más antigua de este lugar data del siglo trece. Una de las partes más importantes de este castillo es la Torre dell’ Aquila y el museo.

También la Abadía de San Lorenzo que es otra iglesia de gran hermosura en Trento y data del siglo dice, además de ser uno se los templos más visitados durante el periodo del Concilio Católico. Esta Abadía está rodeada por bello jardín, lo que le agrega un poco más de ambiente al lugar.


Módena

La Catedral de Módena (italiano: Duomo di Modena) es uno de los lugares de estilo románico más importantes de Europa y a su vez Patrimonio de la Humanidad.
Las obras de la catedral comenzaron en 1099, bajo la dirección del arquitecto Lanfranco, sobre el lugar donde se encontraba el sepulcro de San Geminiano, el santo patrono de Módena. Con anterioridad, desde el siglo V, se construyeron dos iglesias en el mismo sitio, pero ambas habían sido destruidas. Los restos del Santo aún se exhiben en la cripta de la catedral.




• La basílica de San Miniato al Monte, en Florencia

La Basílica de San Miniato al Monte se encuentra en uno de los lugares más altos de la ciudad de Florencia y es uno de los mejores ejemplos de románico en toda la Toscana.

San Miniato fue el primer mártir de la ciudad. Probablemente era un mercader griego, o un príncipe armenio en peregrinación a Roma. Se cuenta que en torno al año 250, llegado a Florencia comenzó una vida de eremita, y que fue decapitado durante la persecución anticristiana del emperador Decio. Dice la leyenda que, poco después de su ejecución, se marchó andando con la cabeza cortada en sus manos, y cayó en el lugar donde actualmente se erige la basílica, el mons Fiorentnus. En el siglo VIII se levantó una capilla. La construcción de la actual se inició en 1013 bajo los auspicios del obispo Alibrando. Comenzó siendo un monasterio benedictino, pasando en 1373 a la orden cluniaciense, que lo habita hasta nuestros días.

La fachada de mármol fue probablemente iniciada en 1090, si bien la parte superior pertenece sin duda al siglo XII. Se financió gracias a una corporación de mercaderes de lana (Arte di Calimala ) que fueron los responsables del mantenimiento de la iglesia hasta 1288. El águila que corona la fachada era el símbolo empleado por esa corporación.Lo que actualmente podemos ver pertenece a la reforma de Brunelleschi, el cual mantiene la identidad medieval toscana en su obra El campanario se inició en 1499 pero fue sustituido en 1523, quedando inconcluso. Durante el asedio de la ciudad de 1523 fue usado como puesto de artillería.

En su interior destaca la capilla del Cardenal de Portugal, construido en 1473 para albergar la tumba del cardenal Giacomo Di Lusitania, embajador portugués en la ciudad. Es el único cuerpo que reposa en toda la iglesia.

  • Escultura románica

Sus orígenes no están bien definidos, ya que con la ruina del Imperio romano de Occidente la escultura monumental desaparece prácticamente; es posible hablar de talleres simultáneos que, por influencias bizantinas, crean en el siglo XI la escultura románica monumental. Las concepciones simbólicas de la escultura prerrománica que excluyen, generalmente, la representación humana, dan paso a una plástica dominada totalmente por la figura humana o que se funda en sus semejanzas.

La evolución de la escultura románica se inicia con un primer arte de frisos, en donde las figuras se hallan encuadradas por un marco rectangular, sin función arquitectónica, colocándose indistintamente en ábsides o fachadas.

En el momento clásico de la escultura románica, siglo XII, la obra se concibe para un lugar determinado y es definida por un marco arquitectónico; pero éste no se limita a encuadrar las figuras, sino que, hasta cierto punto, las engendra, ajustándose o deformándose las figuras a la forma arquitectónica (capiteles, jambas, tímpanos, etc.).
En el románico de última época la escultura se caracteriza por su profusión, su riqueza de
movimiento y ropajes —con gran cantidad de plegados—; se olvida la función arquitectónica, buscándose el efecto pintoresco o anecdótico.

El arte románico es esencialmente monacal, donde la ornamentación responde a una idea, tiene una determinada significación simbólica. Domina en él una preocupación escatológica. De igual forma, el carácter simbólico domina las representaciones exentas: Cristo se representa rígidamente clavado en la cruz, con los ojos muy abiertos, con gran hieratismo y majestuosidad; la Virgen y el Niño, desprovistos de todo naturalismo, se representan con una rígida frontalidad.

Las mejores muestras de la escultura románica se sitúan en dos puntos concretos del monasterio.


En las portadas: se adosan apóstoles y profetas a las jambas; en el tímpano el Pantocrátor dentro de la mandorla, rodeado de los símbolos de los cuatro evangelistas, el Tetramorfos; en las arquivoltas representaciones de los "24 ancianos del Apocalipsis" o del Juicio Final; y en los claustros: donde se ofrecen las mejores representaciones del arte de este período, en los relieves de los capiteles y de los machones angulares.



  • La pintura románica
Se da entre los siglos XI y XIII —el siglo XII es el de mayor esplendor—. La pintura románica presenta una gran unidad, y tiene sus orígenes en la pintura bizantina de los siglos XI y XII, que aporta la disposición de los frescos en el interior de las iglesias y los caracteres iconográficos de las representaciones, y en la tradición clásica occidental.


La pintura románica se caracteriza por atender más a la función decorativa que al naturalismo, existiendo, además una gran tendencia a la esquematización - hieratismo mayestático- lo que hace que el paisaje se reduzca al mínimo.

En el ábside se coloca el Pantocrátor, dentro de la almendra mística o mandorla, rodeado por los símbolos de los evangelistas, ángeles o santos. Se sustituye en ocasiones por la Virgen entronizada presentando al Niño. Bajo estas representaciones se halla un friso con figuras de los santos o apóstoles, al que, frecuentemente, le sigue otro con escenas evangélicas, terminando la decoración con una cortina figurada.

Excepto en Italia, la técnica del mosaico es sustituida por la pintura el fresco, cuyas representaciones iconográficas, al igual que la escultura, busca la instrucción religiosa de los fieles.

La pintura románica mantiene la ausencia de la perspectiva y la actitud anti naturalista de etapas anteriores. La pintura fue muy importante en la época ya que todos los edificios debieron estar policromados. La pintura se situaba preferentemente en el interior.

El fondo es liso, por lo que la figura centra toda la atención del artista. El dibujo y los colores planos se yuxtaponen para crear intensos contrastes cromáticos.


Para delinear el contorno de la figura utilizan líneas gruesas de color negro o rojo, mientras que la forma de los rostros se consigue mediante manchas rojas redondeadas en mejillas, barba y frente.

El espacio se crea por la distribución de las figuras en el espacio. La técnica más utilizada fue la del fresco, lo que requería una cierta preparación del muro: estucado. También se pintó sobre tabla, para poner en los altares. La composición seguía las convenciones del relieve.
Al igual que la escultura, su ubicación en el templo también está esquematizada.

En la pintura románica destaca la miniatura, que está realizada por gente letrada. Su objetivo era el de decorar libros para la gente que sabía leer, por lo que no tiene la intención didáctica de las demás obras.


Entre los temas más representados en la pintura románica destacamos los que salen del último libro de la Biblia: el Apocalipsis. Esto se debe a la mentalidad de la época, muy influenciada por el fin del primer milenio, con el que asociaba el fin del mundo y el Juicio Final.


Otro tema podía ser el de los Tetramorfos, que representa a los cuatro evangelistas acompañados de sus símbolos, aunque a veces estos símbolos aparecen solos: toro (San Lucas), león (San Marcos), águila (San Juan) y ángel (San Mateo). Este tema iconográfico se seguirá utilizando en el gótico.

Se trata en general de imágenes hieráticas, sin movimiento y bastantes antinaturalistas. La anatomía está bastante desproporcionada, y no existe la perspectiva.

La pintura mural románica es una pintura bidimensional, sometida a un soporte que viene determinado por la arquitectura. Este arte se apartará de la imitación de la realidad para dar una imagen interpretativa, un símbolo, en el que se busca la esencia de lo que epresenta.

Las figuras se dibujaban según ejes verticales y horizontales de simetría. La línea es el elemento predominante, dibujando las figuras y definiendo las zonas donde se aplicarán los colores. Entre los colores utilizados por el pintor románico destacamos el color blanco de la cal, el negro del hollín, pigmentos como el ocre amarillo, verde, azul…
Éstos serán tratados como tonos fuertes, ya que las pinturas se verán con poca luz.

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